A principios de Marzo, precisamente el dia Internacional de la Mujer, acudí a una profesional
del ámbito maternal y charle con ella un rato. Habia tenido molestias en el pecho y mi ginecóloga me derivo a ella. Yo iba a consultarle un tema de
lactancia pero, hablando de todo, salió el tema de la cesárea a la que me
sometí cuando nació Lilah. Después de un rato contándole detalles me sugirió
que lo escribiera. Me dijo que tal vez mi experiencia podía servir de ayuda a otras personas.Y yo, encantada. Ya había empezado a escribirlo
alguna vez, pero se me hacía muy duro. De hecho incluso con la motivacion que ella me dio a escribirlo me ha costado un par de meses unir todos los recuerdos, ser consciente de ellos y pasar el dolor que a veces todavía me produce. Necesitaba un empujoncito. Tenia mucho
que decir de aquellos días y no había llegado el momento. Pero como bien canta
nuestro querido Juan Luis Guerra...todo tiene su hora:
Y esta es la historia del día en que Lilah llegó
al mundo:
El día 30 de Octubre, poco después de las 7 de la mañana me levante
sobresaltada al oír un ruido, me levante al baño y descubrí que estaba soltando
un poquito de liquido, mas de lo que es un pipí normal. Entre a la habitación y
le dije a Rubén con una risilla nerviosa: "Creo que tenemos que ir al
hospital, aquí pasa algo raro, parece que Lilah ya viene". Era mi primer
bebe y como cualquier madre primeriza, me había hecho y desecho mil películas
en mi cabeza de como podría ser el momento del parto. Ruben me dijo:
"tranquila, tomate tu tiempo, duchate, desayunamos y nos vamos". Así
lo hicimos. Al secarme tras la ducha confirmaba que seguía cayendo un liquido
transparente piernas abajo. Desayunamos con mi madre y nos fuimos al hospital.
Sobre las 9 de
la mañana entré por la puerta de urgencias, una parte de mi estaba tranquila
porque no tenia ningún tipo de dolor, además había tenido un embarazo muy
bueno. Era probable que me enviaran de vuelta a casa, pero por otro lado, si confirmaban
que era liquido amniótico, me quedaría allí hasta que Lilah naciera. Y así fue,
en pocos minutos me confirmaron que la bolsa se había agrietado y el liquido
amniótico estaba saliendo un poquito por lo que me iba a quedar ingresada
en el hospital para esperar a que Lilah naciera.
Alrededor de
las 10 de la mañana subí a planta, me asignaron una habitación y me dijeron que
me iban a dejar una pelota, debía andar por el pasillo, hacer sentadillas y
algún ejercicio mas para ver si me ponía de parto. Me dieron un limite de 4
horas para ponerme de parto "por mi cuenta". En la habitación estábamos
mi marido, mi madre y yo. No habíamos avisado a nadie mas, porque podía ser que
fuera para largo, así que, comenzamos el día los tres y la pelota. Tengo buen
recuerdo de aquel momento. Tuve la suerte de que la habitación que me asignaron
tan solo tenia una cama y eso me daba espacio para moverme y hacer los
ejercicios sin tener que salir al pasillo. Comencé a tener pequeñas
contracciones que poco a poco se iban acentuando y mi marido me masajeaba la
zona lumbar tal y como le habían aconsejado con antelación. Aunque con un poco
de dolor, las primeras horas fueron buenas, estábamos emocionados, enseguida le
íbamos a ver la carita a nuestra pequeña Lilah, estábamos los tres bromeando,
incluso sacando fotos "para el recuerdo". Hubo un momento en que,
haciendo una sentadilla, se rompió la bolsa. Bien -pensé- otro paso mas,
parecía que las contracciones aumentaban. Las cuatro horas pasaron y alguien me
recomendó que pidiera una sopa "el día puede ser largo, y no te van a
dejar comer nada una vez que bajes a paritorio". Así lo hice, me tomé una
sopita de pollo y enseguida me bajaron a paritorio a seguir el proceso. La
matrona que estaba de guardia se llamaba Paqui. Hablamos un poco y enseguida
congeniamos bien. Me explico todo, me dijo que debido a que la bolsa se había
agrietado, el liquido había salido y teníamos una serie de horas limitadas para
que Lilah naciera, pero que íbamos a hacer todo lo que fuera necesario para
tener un parto natural, lo mas natural posible.
En algún
momento le pregunte a la matrona si debía llamar ya a la familia, me miro y
dijo, “va para largo”, yo le conteste que mis suegros vivían en Barcelona.
Entonces dijo, “vale, pues diles que vayan bajando, tranquilos”.
Me pusieron
oxitocina y poco a poco las contracciones comenzaron a ser mas fuertes y
regulares. A pesar del dolor, estábamos contentos porque este era el camino
para conocer a nuestra peque. De estas horas tengo bastantes lagunas, tan solo
recuerdo algunos detalles concretos. En mi mente aparece el reloj de la pared
de la derecha, recuerdo que giraba rápido, cada vez que lo mirábamos había
pasado una hora mas. También recuerdo que me gustó que los monitores fueran
inalámbricos y me pude estar moviendo por la habitación sin problema, ir al
baño y coger posturas para aliviar el dolor. La matrona estaba contenta con mi
manera de lidiar con las contracciones, parece ser que controlo muy bien el
dolor y ella me alentaba diciendo que lo iba a grabar de ejemplo para las
clases de pre parto. Mi marido me ayudaba con la respiración cuando venían los picos fuertes de las contracciones y así, pasaban
horas y horas. A todo esto, cada vez que comprobaban la dilatación había dos
centímetros, tal vez un poco mas, pero no pasaba de ahí.
La matrona me exploraba y ponia caras raras, no sabia en que posición estaba el bebe. Me decia que le podia tocar las fontanelas pero no lograba adivinar en que posición se encontraba. Yo tenia ganas de empujar, pero parecia que el bebe estaba empujando en la direccion equivocada.
Estábamos mas
o menos contentos porque nos había tocado un ginecólogo joven y aparentemente
"enrollado", pero fue una desilusión cuando comenzamos a conversar y
nos hizo comentarios del tipo: "¿Que hacen vuestras familias fuera? ¿Es
que piensan que pueden empujar por ti? Decidle que se vayan. Aquí no hacen
nada! Mañana serán mas útiles descansados, ya los llamareis cuando nazca la
niña" Y nosotros, primerizos que eramos y educados que somos, pues callamos y
seguimos a lo nuestro, pero cada vez que abría la boca resultaba mas prepotente.
A eso de las
nueve de la noche mis suegros llegaron desde Barcelona y se encontraron con mis
padres en la sala de espera de Urgencias.
Mis padres,
mis suegros e incluso alguno de mis tíos pasaron la tarde y la noche en la sala de
espera. Estaban preocupados, ya llevábamos dentro muchas horas. Mi madre
consolaba a mi suegra diciéndole. -"no te preocupes, en cuanto salgan de
paritorio, nos dejaran verlas, aunque sea un momentito en el
ascensor"-Toda la vida había sido así, así que ellas tenían esa esperanza.
Cerca de las 2-3 de la madrugada el ginecólogo me dijo que tenia que hacerle
una prueba al bebe para ver cual era su nivel de cansancio/estrés. Tengo una
imagen grabada de la cara de Ruben cuando el ginecólogo introdujo una aguja
larguisima y pinchó en la cabecita de la bebe, era para medir el nivel de
cortisol. Parece ser que no le gusto lo que vio y en poco minutos me estaba
diciendo que no podíamos esperar mas. Tenia que someterme a una cesarea. (*En
estos momento que escribo "someterme a una cesárea" me doy cuenta de
lo literal que es esta expresión. No podría haber encontrado una palabra mas
clara para describir mi experiencia en aquel quirófano: "sumisión")
En ese momento se me cayó el mundo encima, ¿cesárea? Tal vez fue mi
culpa, el hecho de que yo no hubiera barajado para nada esa posibilidad, lo que
hizo quedarme en shock por unos segundos. Quería llorar, gritar, querría haber
echado a correr, comenzar todo de nuevo. Todo esto paso por mi cabeza en ese
momento, pero de repente, en ese caos de pensamientos, encontré los ojos de
Ruben que me estaban mirando en mi angustia silenciosa. Decidimos, sin hablar,
aceptar la situación tal cual había llegado. “Todo va a salir bien”, me dijo
mientras lo invitaban a abandonar la sala. No podiamos creer que despues de haber estado en el extranjero durante casi todo el embarazo, se iba a perder el nacimiento de Lilah. Enseguida llego la anestesista para
ponerme la segunda epidural. Al salir mi marido de la sala, me cayeron dos
lagrimones por las mejillas y respire hondo pensando que tenia que ser fuerte
por el bebe. No me podía venir abajo ahora que ya quedaba tan poco. Me
pincharon de nuevo anestesia, las enfermeras me prepararon en un momento y
enseguida estaba de camino a quirófano.
Lo recuerdo
blanco, frío y con mucha gente. Me sentía muy desnuda, hacia frío y me
comenzaron a preparar. Las manos atadas, el gorrito puesto, la vía y la
lucecita roja en el dedo. Una imagen nada comparable a lo que una mujer piensa
que puede ser el nacimiento de su primer bebe. Recuerdo gente delante de mi,
por lo menos tres, gente detrás. Una enfermera se me presento, me dijo su nombre ( lo recuerdo muy bien pero lo voy a mantener anonimo) y me dijo: “Yo estoy aquí contigo, dime como te vas
sintiendo”. De repente me sentí muy mareada, sentí que me
iba y avise a la enfermera. Rotaron la camilla hacia mi izquierda hasta que me
recupere un poco y enseguida siguieron. Tenia mucho frío. Comencé a temblar, ni
siquiera podía hablar, la mandíbula estaba como bloqueada y se me cerraban los
ojos. Yo intentaba comunicarme con la enfermera pidiendo socorro con la mirada.
Sentí que me moría. Por un momento pensé que no iba a salir de ese quirófano.
La enfermera, al ver que estaba empezando a tener convulsiones, pregunto si era
normal. La anestesista estaba tan segura de que no pasaba nada, que te hacia sentir ridícula hasta por el simple hecho de preguntar. La oí comentar, "...se habrán solapado las epidurales..." Por supuesto, no entendí nada. Yo solo sabía que nunca me había encontrado tan mal. En ese momento pensé...y que pasa si ahora me
muero? Que forma tan triste de morir. Atada a una camilla, desnuda, fría y sin
saber cual es la evolución del nacimiento de tu primera hija. Piensas, si me
muero por favor que avisen rápido a mi marido, que esta fuera con las abuelas,
que por favor coja a mi niña y la arrulle fuerte para que no le falte calor, ni
amor, ni nada…y mientras rueda una lágrima por mi cara y pienso que se congelara al
caer en aquel espacio tan metalico. Ya no se si ahí estaba consciente, delirando o que, pero en ese momento
volví a la realidad y me di cuenta, a pesar de que desde mi posición no
veía nada, de que ya habían sacado a Lilah. Silencio. Todos mis sentidos están
alerta para escuchar a mi bebe. Silencio. Comienza de nuevo el barullo de preguntas
en mi mente. ¿Ya esta?, ¿nadie me va a decir nada?, ¿ Debo preguntar? ¿ Donde
esta Lilah? ¿Por que no llora? Al final pregunté…me dicen que esta muy cansada,
ha estado muchas horas tratando de salir y ahora tienen que ayudarle a
recuperarse. Alguien apareció por detrás de mi y me dijo: aquí la tienes, es tu
hija, ¡dale un beso! ¿Un beso?? Después
de nueve meses dentro de mi...¿tan solo le puedo dar un beso?. Yo la quiero
coger, arroparla, besarla, mirarle esa carita, los labios tan rojos…intento
hacerlo, pero me doy cuenta de que sigo atada. Me la acercan y consigo darle el
primer besito y me dicen que se la suben a neonatos para recuperarla. En un
ratito estaremos juntas, me digo para mis adentros e intento de nuevo no
llorar.
De todo esto hace mas de tres años. He pasado por otra cesárea
(muy urgente y nada traumática) y todavía no soy capaz de explicar esta experiencia ( y menos en voz alta) sin que
me salten las lágrimas. La única sensación agradable que recuerdo es la mano calentita de la enfermera que me tocaba los hombros y la cara
todo el rato para que yo entrara en calor. Es lo único que me hacer recordar
que en ese proceso habían personas reales y que no fue tan solo una pesadilla.
Vi a Ruben en el pasillo y le dije, todavía un poco drogada : “cariño buscala, se parece
a tu madre”. La hora y media que pase sola en la sala de recuperación fue dolorosa. No
recuerdo para nada dolor físico, pero me sentí muy sola. Nadie me explico como
estaba Lilah ni donde ni con quien. La vi una vez que me subieron a planta. Me
pareció extraño no haber visto a mis padres ni a mis suegros, imagine que estarian preocupados y pregunté que porque no habian subido a vernos. Después de estar 16
horas en la sala de espera, los enfermeros y celadores de aquella guardia dijeron que el ginecologo que nos habia atendido habia dado orden de no dejar pasar a nadie a la habitación. Y sin ningun tipo de explicacion más, cerraron la ventanilla de urgencias y los
enviaron a casa. Así se tuvieron que ir a casa, a intentar
dormir y esperar al día siguiente para vernos.
A partir de ahi todo fue bien. La niña esta sana y feliz y yo, con un pedazo de cicatriz( bueno, ahora ya tengo dos y cada vez mas orgullosa) pero también estoy sana y feliz. Y debido a que estamos sanas y felices, se nos olvida explicar las malas experiencias por las que hemos pasado. Por no hacer sufrir a nuestras madres o a nuestras parejas, por no asustar a nuestras amigas embarazadas o para no ofender a nuestra matrona que es tan maja...Y ademas,con el sentimiento de culpa de -"encima que mi hijo esta sano, como me voy a ir quejando...-" nos lo tragamos y lo enquistamos para siempre dentro de nosotras.
Me considero una mujer fuerte y
muy flexible, me adapto a cualquier circunstancia y acepto las cosas tal y como
me son entregadas. Soy defensora del parto natural, pero estoy agradecida
porque dos cesáreas han permitido que mis hijos y yo estemos aquí hoy. Con este escrito tan solo quiero
hacer saber que unas palabra amables, unas manos calientes o una explicación
sencilla de lo que esta ocurriendo son expresiones muy valiosas y muy bien
recibidas por la mujer que esta dando a luz y para ello no se necesita ningún
titulo universitario, tan solo hay que ser consciente de que se esta tratando
con personas. Todos y cada uno de nosotros venimos del mismo lugar, todos hemos
nacido de nuestra madre. Tal vez siendo conscientes de esto, tan solo hay que
preguntarse...como me gustaría que hubieran tratado a mi madre cuando yo nací?
Y como siempre, el AMOR es la respuesta..